En este verano 2023, exactamente igual que cualquier otro, las familias se enfrentan a un gran problema, conciliar la vida familiar y laboral, dar solución a cómo poder ocuparse de esos menores con unas vacaciones largas y con unos padres y madres que disponen de un mes al año, cuando las de sus hijos e hijas son muchísimo más amplias.
Casi tres meses de vacaciones infantiles, ¡¡¡ufff!!!
Este problema se acrecienta cuando las familias son monoparentales y es una única persona quien debe garantizar que esas personitas estén atendidas durante todo el periodo estival. Si además necesitan que alguien adulto esté siempre a su lado el problema sigue creciendo y es una bola de nieve que es casi imposible que no te aplaste.
Según el INE, en España hay 1.944.800 hogares monoparentales (que no familias, que son más) de los cuales más del 80% están encabezados por una mujer.
¿Qué quiere decir esto? Pues que las familias monoparentales además de los obvios, por ser lo que son, tienen añadido otro problema, el de género: brecha salarial, jornadas laborales menores, precariedad laboral…. ¿Seguimos?
Pues, desgraciadamente, podemos hacerlo. ¿Qué hacen los poderes públicos para ayudar a estas familias? Desgraciadamente, de nuevo, más bien poco. Muy pocas medidas, en pocos sitios y claramente insuficientes.
Por lo tanto, las vacaciones infantiles son una fuente de estrés extra para nuestras familias, como si no tuviéramos suficientes. De forma que no son un periodo donde compartir con nuestros hijos e hijas, si no un tiempo de agobio cuando no se cuenta con un entorno de amistades y familia que, de alguna manera, pueda facilitarnos estas situaciones complicadas. Si este apoyo social no existe, realmente lo tenemos complicado.
Ante esto tenemos claro que debemos exigir a los poderes públicos, a las distintas administraciones que tomen cartas en el asunto y se ocupen de lo que supone la conciliación para las familias en general y en particular para las familias monoparentales. Es cierto que aparecen algunas ayudas anunciadas a bombo y platillo, pero sin demasiada repercusión en el día a día de las familias.
Esto nos lleva a nuestra eterna demanda de una Ley de Familias Monoparentales estatal que regule nuestra realidad para que podamos desarrollar nuestro proyecto vital en igualdad con el resto de familias, para que la diferencia no esté en los derechos si no simplemente en la decisión que tomemos sobre cómo queremos formar nuestras familias, que decidir desarrollar nuestra vida de forma independiente y solas no sea un obstáculo, que la diversidad nos enriquezca y no nos discrimine.